LOS KUKAS SOMOS TODOS
Una nueva contienda electoral y la necesidad de empezar a autopercibimos como lo que somos: cucarachas
Leonardo Franco
9/6/20256 min read


LOS KUKAS TIENEN QUE IRSE, LOS KUKAS SON PARÁSITOS; LOS KUKAS SON ENFERMOS MENTALES y demás frases bandera utilizadas por el anti-kirchnerismo se volvieron célebres y virales como forma de descalificar a los votantes del kirchnerismo. Pero ¿qué pasaría si tratáramos de literalizar el apodo “kukas”? “Kukas” deriva del término “cucarachas”, reforzando el uso de la letra K para darle esa énfasis partidaria necesaria. Primero impuesto por la militancia macrista, luego adoptado y reforzado por los libertarios, este término se acentuó con las elecciones de 2023 y las de este 2025. ¿Qué mejor término para degradar a una persona que compararla con el insecto más asqueroso? Pocos términos podrían ser usados de esa forma, pero yo quiero ser un poco más intenso con esto.
La cucaracha es aquel insecto que usualmente se nutre de las sobras, desechos y restos de organismos más grandes y que, con el correr de los siglos y milenios, ha demostrado su capacidad para sobrevivir a condiciones extremadamente adversas. Casi me atrevo a googlear un poco más su historia, pero prefiero dejarlo ahí. Traído este término a la política, ¿qué podemos concluir? Que los votantes del espacio liderado por Cristina Kirchner se conforman con migajas, con restos, que son putrefactos, asquerosos, impresentables. Esa descripción la extraigo directamente de las conversaciones surgidas en redes sociales durante los últimos años. Pero ¿qué pasaría si yo les dijera que, quizá, cucarachas, en términos de política, seamos también todos nosotros?
Me gustaría poner el foco sobre la sociedad bonaerense específicamente. Si bien en el resto del país podemos encontrarnos con sectores que viven la más absoluta de las miserias, es en Buenos Aires donde, a pesar de haber pobreza extrema, también hay migajas. Estas migajas son las arrojadas por diferentes partidos políticos que han gobernado la provincia durante décadas. Municipios enteros donde predominan más las áreas con villas miseria que las zonas verdes recreativas. Municipios donde el clientelismo es moneda corriente, práctica usual para conseguir votos.
Las migajas se presentan con regalos en días especiales, como el Día del Niño, ofertas limitadas de lentes, vacunaciones para mascotas, cambios de pintura en plazoletas y demás acciones que apuntan a reflejar una política presente que, irónicamente, no está presente en las necesidades más básicas. Municipios sin cloacas, sin calles asfaltadas, sin red de luz, sin conexiones de gas, sin cobertura de transporte público; hospitales con infraestructura derrumbada, escuelas con problemas de gas, insuficiente o nula limpieza de las calles, ni qué hablar de la escasa presencia policial para minimizar casos de inseguridad. Áreas que afectan a todos los habitantes de cada municipio, desde la hora en que salen de sus casas hasta la hora en que vuelven. Ninguno de los regalos que eventualmente los gobiernos municipales dan es capaz de compensar, de alguna forma, la paupérrima situación que los bonaerenses vivimos a diario.
Un ejemplo es el que está viviendo el barrio La Herradura, en Mar del Plata, donde los vecinos aseguran que llevan más de una década reclamando obras básicas. Cloacas y arreglos de calles son sus pedidos más desesperados. Denuncian que sus pedidos vienen siendo archivados hace 10 años.
“Hace más de 10 años presentamos notas para pedir las cloacas y nos dicen que está en proyecto, pero la realidad es que seguimos con pozos rebalsados. Nadie se preocupa…”, dice una vecina.
“El recorrido del colectivo es un asco, se rompe con cada lluvia. Pedimos dos garitas para que los chicos esperen el micro, pero nunca llegaron”. A esto se suma un proyecto de plaza barrial, donde acusan que “se robaron el presupuesto de las obras” y donde solo quedaron los cordones, con juegos destruidos y sin bancos.
“No podemos pedir, a cinco días de las elecciones, lo que no nos dieron en 20 años. Los políticos aparecen en campaña, firman papeles y después se olvidan. En el sillón se tiene que sentar alguien con ganas de trabajar”.
“Se comieron todo, la plata de la cloaca y de la plaza. Entre quien entre, se lo roban todo. Por eso la gente ya no cree. ¿Cómo vamos a decir que un político es bueno si nunca tuvimos una respuesta?”.
Con frases que expresan el hartazgo y la tristeza, estos vecinos concluyen: “Estamos cansados de vivir con los pozos rebalsados, largando la suciedad en la calle. La Herradura no da más. Queremos cloacas, calles transitables y una plaza para los chicos. Eso pedimos hace más de diez años” (conversación de una vecina de La Herradura con el medio local elmarplatense.com).
Otro caso más, cercano a la Capital Federal, es el de José C. Paz, donde los vecinos denuncian el abandono en el mantenimiento de las cloacas y su inutilización: “No hay mantenimiento y los vecinos terminan viviendo entre estructuras obsoletas, agua servida en las calles y en sus propias casas, y el riesgo constante de estar expuestos a enfermedades”. Un informe de Telenoche junto a un concejal del municipio denunció: “Cuando llueve, al no tener mantenimiento, la obra genera que los excrementos o el agua salgan por las tuberías de las casas, por los inodoros o los patios. En algunos casos hasta podemos ver que el excremento sale y recorre como si fuera un río a lo largo del barrio. Vemos que no hay una preocupación oficial para poder resolverlo”. Sentencian: “La gente está dejada a la buena de Dios y la verdad es que duele”.
Podría enumerar cientos de casos más, como los que afectan a vecinos de zonas más alejadas de las ciudades, donde les es imposible acceder a transporte público a corta distancia porque las calles en las que viven no están asfaltadas y los vehículos ven imposible el ingreso. Casos en los que múltiples vecinos comparten una misma red de electricidad para iluminar lo mínimo por las noches, porque no cuentan con tendido eléctrico que garantice la utilización hogareña completa. No hace falta que ahonde mucho más en la infinidad de carencias que los bonaerenses atravesamos a diario, porque siempre aparece un caso nuevo ante la ausencia del Estado local.
Apuntando a otro eslabón importante del Estado local, me gustaría poner el foco en un dato: “La Legislatura bonaerense es la de mayor presupuesto de toda la Argentina”. ¿Lo sabías? Los diputados provinciales de Buenos Aires ganan aproximadamente 6 millones de pesos netos y, como si fuera poco, son quienes más gastos por legislador tienen. ¿Alguna vez escuchaste hablar de un proyecto provincial destinado a beneficiar masivamente a la población? Yo tampoco; por algún motivo nunca escuchamos absolutamente nada sobre ellos.
Podría decirse que la Legislatura Bonaerense es una especie de agujero negro de la política donde se destinan millones de dólares al año y donde nunca vemos algún resultado relevante para la población. Es necesario recordar que es en esas cámaras donde se configuran los lineamientos que los municipios deben seguir para gobernar sus distritos. Además, como si fuera poco, acceder a datos administrativos de ese cuerpo resulta una tarea casi imposible. Hay un manto de opacidad tan grande que algo tan básico como ver los recibos de sueldo de estos “representantes” es una tarea digna del FBI. Por mi parte, en un futuro artículo ahondaré más sobre la extraña institución legislativa que es la Legislatura Bonaerense y por qué sabemos tan poco sobre ella.
Con esta información sobre la mesa, ¿no cabe preguntarse qué valor tenemos nosotros para la dirigencia política? ¿Acaso no somos tratados como insectos que se arrodillan a recibir migajas del gobierno local solo en época electoral? ¿Qué valor como personas tenemos si, con el correr de los años, nos conformamos —con algo de suerte— con recibir una mano de pintura en la plazoleta local?
Comprendo que, ante problemáticas de escala nacional, la sociedad elija no expresarse, priorice el silencio y la indiferencia porque, quizá, para lograr una solución se requieren esfuerzos masivos y más complejos. Pero ¿qué hay de los gobiernos municipales, aquellos que se encuentran a tan solo unos kilómetros de nuestros hogares? ¿Por qué la sociedad elige ser humillada y ultrajada por una secta de psicópatas por el poder?
Si aplicamos un manto de sinceridad (y quizá de ironía), ¿no somos acaso TODOS KUKAS? Dejando de lado las rivalidades partidarias, ¿no es acaso el término “cucarachas” algo que podría ser utilizado para todos nosotros? Estamos constantemente sometidos a caminar entre las ruinas que son nuestros municipios, a sobrevivir, a esquivar pozos, calles ciegas, saltar charcos, correr de la parada del colectivo a nuestra casa, todo sea por seguir un día más con vida.
Políticos que aparecen solo en época electoral para sacarse fotos, para firmar proyectos, para acercar propuestas, para simular escuchar a los vecinos. Toda una pantomima con el único fin de asegurarse un nuevo período en algún puesto municipal.