
EL KIRCHNERISMO AVANZA
El Kirchnerismo Avanza a paso firme mientras Milei se pega un duro golpe en la frente.
POLITICASOCIEDADELECCIONES
Leonardo Franco
9/8/2025


“Terremoto político” es la primera sensación que todo argentino puede, extrañamente de forma unánime, decir hoy 8 de septiembre de 2025. ¿Qué podía salir mal? Absolutamente todo. ¿El kirchnerismo logró conquistar al electorado? La realidad es que no. Dicho por los mismos integrantes de su espacio, el kirchnerismo no hizo una gran campaña, de hecho fue pésima, pero, sin intencionalidad, terminó siendo inteligente. Eligieron el silencio y la calma. Milei les entregó la victoria en bandeja. ¿Qué rol cumplió el macrismo en esta elección? Uno muy importante y que muchos, aún con derrota mediante, prefieren ignorar.
Casi 9 millones de personas se acercaron a las urnas a expresar a quién elegían como representantes. En pleno bastión kirchnerista, Milei esperaba una derrota marcada por pocos puntos de diferencia, ya que históricamente Buenos Aires es dominada por el Partido Justicialista. El resultado pegó como un bombazo para ambos espacios: el kirchnerismo hizo una performance gigantesca, mientras que La Libertad Avanza apenas pudo expresar en números su núcleo duro, que ronda unos dígitos arriba del 30%. ¿Qué tenía tan confiado a Milei y todo LLA para afrontar esta contienda? El voto del PRO, el republicano, aquel voto antikirchnerista mayoritariamente de centro. Juraban que el acuerdo con el PRO, encabezado por Santilli y Ritondo, les garantizaría una buena performance que los ayudara a establecerse como fuerza dominante a nivel provincial y de proyección nacional. A esto sumaron una agresiva campaña comunicacional de “enterrar al kirchnerismo” con la frase “Kirchnerismo Nunca Más”. Como frutilla de la torta, montaron una serie de performances públicas donde buscaban generar choques contra la militancia más dura del kirchnerismo y exponer “el alto nivel de violencia física del votante K”. Déjenme ser sincero: creo que estas estrategias fueron válidas, o por lo menos coherentes, porque el choque de frente contra su oposición les valió la victoria presidencial en 2023. Pero dos años después, con ajuste feroz mediante, batalla cultural agresiva y puesta de foco en minorías como enemigos públicos, terminó generando un resultado atroz. Una cosa es usar la confrontación como estrategia para ganar una elección donde el país se encontraba al borde del abismo y donde la gente pedía desesperadamente que se fuera el kirchnerismo del poder. Otra distinta es mantener esa posicion tras asumir el poder, luego ejecutar tus políticas y presentar en sociedad los personajes que van a ser la cara de tu gobierno. El humor social jamas podría seguir igual de candente en dos escenarios asi de distintos.
En el medio de estos dos años de gobierno, mucha gente votante de Milei estuvo meses expresando de distintas formas las cosas que no le gustaban y el gobierno, lejos de leer las críticas a tiempo, eligió redoblar la apuesta y encarnar un personaje que, a oídos de ellos, sería de mucho agrado: el convertir al núcleo duro en una especie de La Cámpora de derecha. Cámpora de derecha, no por su contenido ideológico, ni sus políticas sociales, ni sus banderas culturales, sino por sus métodos, aquellas herramientas que el peronismo lleva usando desde hace décadas. Esas mismas herramientas que empezaron a causar repulsión en gran parte de la sociedad a mediados del segundo gobierno de Cristina Kirchner. Entonces, ¿por qué teniendo todo de tu lado elegís profundizar en algo que llevó a generar rechazo entre la sociedad? Creo que hay un gran problema de egocentrismo que inundó todas las filas del “mileísmo”: desde funcionarios hasta influencers, tuiteros, blogueros y youtubers. Una vez que llegaron al poder, algo cambió. Esa conexión “con el pueblo” se fue desvaneciendo. Empezaron a imponer agenda desde un pedestal, y no desde las mismas filas que la militancia creó para darles una oportunidad. Sumado a esto, crearon una enorme campaña de desprestigio de la militancia y armado del PRO, por el mero hecho de estos haber perdido protagonismo a lo largo de los últimos años.
En política, los ganadores siempre son pocos. Hoy ganás, mañana perdés. Hoy perdés y mañana quizá ganás. Pero si ayer ganaste, luego empezaste a bastardear a tus aliados y después perdés, ¿cómo hacés para levantarte nuevamente? Podríamos estar ante ese triste escenario en que quienes desde el primer momento fueron tus aliados, por culpa propia, ahora son tus desterrados y quizá hasta tus enemigos. Eso mismo pasó con el votante de varios años de Juntos por el Cambio / PRO. Milei, desde el día uno, impulsó una contienda política contra Mauricio Macri y los dirigentes del PRO, para ver quién tenía el dominio del “voto anti K”. Los meses pasaron y, con encuestadoras mediante, todo indicaba que Milei había logrado concentrar todo el apoyo de ese votante en su espacio. Sí, un factor fundamental fueron esas mismas encuestadoras que en 2023 daban como perdedor a Milei en todos sus escenarios. Armados fueron y vinieron, y con Karina Milei haciendo de mediadora entre los “nuevos dirigentes de la política” para representar a LLA en distintas secciones electorales, llegó el momento de poner a prueba lo construido. Los resultados fueron pésimos. Provincia donde presentó armado propio, perdió. Donde ganó, fue por ir en acuerdo con la fuerza anti K gobernante del momento. El único éxito lo tuvo en Ciudad de Buenos Aires, donde pusieron como cabeza de lista al máximo referente público del espacio (después de Milei y su hermana) Manuel Adorni. Como si fuera poco, el problema ya no era que no juntaran los votos necesarios para salir victoriosos, sino que los pocos que lograron ingresar al cargo público en juego fueron, en su mayoría, dirigentes con un amplio historial en el mundo kirchnerista o peronista. El mensaje fue claro: había que armar listas al precio que fuese necesario.
La segunda gran estrategia del gobierno fue limar hasta su extinción al PRO. Y podría decirse que lo lograron. Pero hubo un factor que creían que ya les pertenecía: el votante. Juntos por el Cambio, encabezado mayormente por dirigentes del PRO, venía cayendo en picada por varios errores. Cuando llegó el ballotage de 2023, Patricia Bullrich ofreció sin dudar todo su apoyo a Milei para llegar a la presidencia. En aquel entonces fue todo un éxito. Tiempo más tarde empezó la puja por poder entre la misma Bullrich y Macri, ya que ambos decían ser titulares del éxito de Milei y ambos reclamaban la presidencia del PRO. El conflicto terminó con una pelea sin vuelta atrás entre Macri y Milei, Bullrich abandonando el PRO y Milei presumiendo de ser el representante orgánico del 56% de la ciudadanía que lo eligió como presidente de la Nación.
Con los escándalos por la Ley de Discapacidad y desfinanciación a universidades y las acusaciones de coimas entre Karina Milei y los Menem, Milei creyó ver como última gran estrategia el jugar al papel de víctima de “la violencia kirchnerista”. Días previos a las elecciones provinciales de ayer 7 de septiembre, se organizaron caravanas y actos con pésimos protocolos de seguridad para proteger al presidente y sus máximos referentes. Uno podría creer que, producto de la inexperiencia, era esperable ver a la custodia fallar en su labor y, a su vez, era obvio que la estrategia era mostrar a votantes kirchneristas tratando de hostigar al presidente por “atreverse” a hacer campaña en “su territorio”. Pero cuando estos episodios empezaron a repetirse, y estos protocolos de seguridad seguían siendo pobres, ¿no era válido empezar a preguntarse qué es lo que se buscaba realmente? Desde el oficialismo admiten que presentarse de esta forma era para “provocar” y demostrar al bonaerense que “la provincia está tomada por el kirchnerismo”. Pero cuando se dieron estos episodios de violencia entre ambas militancias, la bajada de línea de los comunicadores de La Libertad Avanza terminaba apuntando a acusar al de enfrente de querer atentar contra el presidente. Parecía que había que permitir que suceda cualquier cosa con tal de sumar un voto más en la provincia. Irónicamente, el espacio que había llegado a la política para cambiar las formas y presentar ideas y propuestas en lugar de amenazas y campañas de desprestigio, había adoptado ahora la estrategia del “todo por un voto”. La propuesta era la confrontación, el “exterminar al kirchnerismo” dentro de su más grande bastión.
El gobierno, ¿subestimó a la población que lo llevó al poder? Pareciera que sí. El hecho de que la mayoría haya validado la propuesta de “motosierra al Estado” llevó a creer a Milei que todo lo que él hiciera sería aplaudido y apoyado a rajatabla por ese electorado. Los números hablaron por sí solos. En la provincia más grande del país, donde en 2023 llegó a juntar el 49% de los votos, terminó obteniendo solo el 33%. Pero hay que ser justos: Milei logró mantener su núcleo duro de votantes ya que, en cantidad de votos, obtuvo los mismos que sacó en las elecciones generales de 2023. Kicillof y todo el kirchnerismo, unidos nuevamente, también lograron mantener de forma exitosa su núcleo duro. A pesar de afrontar una fuga de votos entre 2023 y 2025, en términos porcentuales el PJ logra cumplir con su objetivo de mantener el dominio de la provincia de Buenos Aires. ¿Pero qué factor está faltando acá? El que mencioné anteriormente: el exvotante de Juntos por el Cambio / PRO. Los votos que Milei necesitaba para salir ventajoso en esta elección parecerían haberse esfumado.
En esta elección hubo 14 millones de ciudadanos habilitados para votar. Solo el 60% se acercó a una urna a emitir su voto, lo que equivale a casi 9 millones de personas que sufragaron. De esos 9 millones, 2.7 millones apoyaron a LLA. 3.8 millones se fueron con Fuerza Patria. El resto de fuerzas completan el total. Pero hubo un espacio “nuevo” que se presentaba como lo que quedaba del antiguo JxC, el espacio “SOMOS Buenos Aires”, que logró juntar menos de 400 mil votos. Si en las últimas elecciones JxC lograba sacar más de 2 millones de votos, ¿a qué conclusión podemos llegar? Que el votante de JxC / PRO eligió ausentarse en esta elección y equilibrar la balanza en contra de Milei. El mensaje es claro: el votante del PRO no quiere ser representado por Milei, al menos no por ahora. O al menos no después del basureo al que su espacio se vio sometido. Porque el basureo no solo fue hacia sus dirigentes políticos, sino también a sus ideales, sus convicciones. “El republicanismo”, “las instituciones”, “los buenos modales”, “la lucha contra la corrupción” y demás propuestas que ese electorado llevó al frente durante más de una década llevan siendo destruidas por todo el mileísmo desde que asumieron el poder. “Los tibios de JxC” llevaron a que el kirchnerismo pueda reafirmar su titularidad como espacio dominante. Hay quienes eligen verlo como una amenaza al poder de Milei, pero creo que elegir esa posición solo lleva a más daño y a un camino que solo conduce a un nuevo gobierno kirchnerista. Esa mirada, además, obstruye algo necesario que el gobierno nacional necesita hacer urgentemente, que es la autocrítica y la forma en que comunica. Se puede confrontar sin recurrir al insulto, a la descalificación y peor aún, a la destrucción política de aliados. Incorporar herramientas que usó JxC para ganar elecciones y gobernar no necesariamente tiene que significar volverse “tibio” o “poco preciso”. Dicho esto, ¿realmente el gobierno de La Libertad Avanza busca terminar con viejas costumbres de la política? A día de hoy pareciera que no quiere, o si es que quiere, no lo está logrando. Las listas sábana siguen existiendo, la ficha limpia sigue sin ser sancionada, los gastos multimillonarios adentro del Congreso siguen intactos, el uso de la caja para cambiar voluntades políticas pareciera seguir estando presente. ¿Por qué vender ante las cámaras una versión de algo que realmente no están siendo?
Hay que reconocer que este gobierno ha logrado imponer agenda y poner en discusión temas que antes jamás se tocaban, como por ejemplo contratos fraudulentos en el Estado o asignaciones, pensiones y demás beneficios económicos que son percibidos de forma fraudulenta. Entonces, ¿por qué se insiste tanto en usar el lenguaje más agresivo para comunicar o exponer a estos sectores que sacan provecho de una herramienta benéfica para los más necesitados? A dos años de gobierno, ¿aún no se dan cuenta que, al usar estos elementos discursivos, le dejan servido al conglomerado de medios y dirigentes opositores el poder de demonizar e invalidar los fraudes estatales? La sociedad lamentablemente se deja llevar más por las cadenas de posteos donde sacan de contexto expresiones de dirigentes del oficialismo y, con ayuda del gran aparato mediático que tienen, cumplen en acercarle a los ignorantes apolíticos estos supuestos planes de “destrucción y odio”. Las medidas positivas o constructivas que Milei aplica terminan siendo opacadas por la gran cortina de humo y desinformación que el kirchnerismo exitosamente logra instalar entre todos los sectores.
Si un gran porcentaje de la sociedad que eligió en el ballotage a Milei repudia tanto las viejas costumbres del kirchnerismo para hacer política, ¿por qué no probar en construir algo propio usando mecanismos opuestos en vez de empecinarse en querer imitar ese modelo? En esta elección quedó en claro que solo los núcleos duros de ambas militancias están dispuestos a ir al enfrentamiento público, de la forma que sea, usando los medios más agresivos. Como contraparte, hay un gran porcentaje que no adhiere a esta forma de hacer política y que debe sí o sí ser incluido y tenido en cuenta.
Aun sin agenda propia, con dirigentes desgastados y con pésima imagen pública, el kirchnerismo logró hacer una elección muy buena; solo debieron quedarse quietos y dejar que Milei haga de las suyas. Con los números sobre la mesa, ahora empieza una nueva etapa de cara a la construcción de una alternativa para 2027. Sabemos que el PJ es experto en reinventarse, sus décadas de historia lo demuestran. Ante semejantes burradas cometidas por parte del “antikirchnerismo”, y hoy, “mileísmo”, es necesario advertir de la gravedad histórica que esto implica: la construcción de un renovado kirchnerismo, que discursivamente se tire más al centro, puede llevar fácilmente a que el país vuelva a ese destructivo modelo que viene demostrando cómo la sociedad puede ser esclava en pleno siglo XXI. Podemos afirmar que el “Vamos por Todo” sigue en pie, aún más de una década después, aún con Cristina Kirchner presa y con un nuevo núcleo duro combativo (los libertarios). Es imprescindible advertir que, si no se clava el freno de mano y se da un volantazo de 180º, el país puede volver a sumirse en la oscuridad. ¿Aún quedan dudas? El kirchnerismo avanza a paso firme y, entre quienes queremos un país próspero y productivo, tememos que Argentina nunca sea distinta, porque muchas veces pareciera que no logramos sacarnos de encima a los mismos de siempre.