
A LOS TRAIDORES, NI JUSTICIA
Como se hace para identificar a un traidor en medio de un caos historico a nivel social?
Leonardo Franco
9/15/20259 min read


“Al enemigo, ni justicia”, frase célebre del expresidente Perón, repetida a lo largo de los años para dejar en claro la dureza de sus convicciones respecto al desarrollo de sus políticas. Pero ¿qué peor que un enemigo? Un traidor, en mi opinión. Porque un enemigo puede ser considerado como tal de forma circunstancial, algo del momento, de la época, del contexto que se atraviesa. ¿Cuántos casos a lo largo de la historia hemos visto de “enemigos” convirtiéndose en aliados por un propósito en común? En cambio, cuando se habla de un traidor, se habla de alguien que ha descuartizado la confianza que se tenía previamente. Alguien cercano que, durante un determinado tiempo, fielmente demostró ser un aliado, un amigo. Pero, al momento de darse vuelta, rompe con todo lo construido, obliga a modificar o abortar los planes que se tenían. Extenderle la mano a quien considerabas tu amigo, o al menos alguien de confianza, y que este luego decida deliberadamente clavarte un puñal y destruir tu confianza es, sin duda, un golpe que todo ser humano experimenta a lo largo de su vida. Algunos lo sufren más, otros menos. Algunos ocasionan más daño, otros menos. Pero absolutamente todos los traidores terminan siendo repudiados y, a veces, ajusticiados, tarde o temprano.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando vemos que estos casos se dan en el sistema público? Funcionarios que llegan al poder, sea por el voto popular o por designación de algún administrativo, que, transcurrido un tiempo, empiezan a mutar de personalidad y muestran un cambio en las convicciones que los llevaron a ganarse ese lugar. ¿Podemos, desde afuera, ser tan tajantes a la hora de condenarlos por su “traición”? Creo que esta es una incógnita que puede partir desde la premisa de “el fin justifica los medios”, algo muy común en la política actual. En otras épocas, los traidores eran ejecutados, encarcelados, expulsados. Hoy en día, en el peor de los casos, solo son escrachados por el aparato mediático. No hay consecuencia si traicionas en el ámbito público. ¿Debiera haberlas? Creo que es una discusión más del plano ético. Suena un poco exagerado castigar con cárcel a alguien por cambiar de parecer y darle la espalda a quienes lo llevaron a un puesto. Pero también suena poco esperanzador que quien decide cambiar de vestimenta en medio de un proceso de transformación no afronte ningún tipo de consecuencia que lo obligue a, por lo menos, no volver a querer hacerlo. Porque, si en algo espero todos estemos de acuerdo, es que traicionar en la función pública trae consecuencias negativas para toda la sociedad, ya que estas actitudes reflejan el poco compromiso, la poca responsabilidad y la poca ética que los funcionarios parecen tener a la hora de ejercer sus funciones. Si validamos la frase de que el fin justifica los medios, entonces la traición, dependiendo del contexto, puede ser convalidada por la opinión pública, ya que en pos de no caer en un escenario negativo se elige, en un ataque de pragmatismo, pegar un volantazo, aliarse a quien quizá no se debía en un principio, pero que ahora, con un escenario de riesgo, puede resultar conveniente para garantizar un escenario de armonía entre las partes. Si invalidamos la frase, damos espacio a un escenario de conflicto donde se buscará alguna contienda que sancione o castigue ese mal desempeño de sus funciones, sean administrativas o éticas. Entonces, ¿qué hacer ante esto? ¿Cómo encontrar una solución a algo que solo una parte de la sociedad estará interesada en que se cumpla? Porque claro, en política, a menos que se trate de un evento de conmoción social, siempre habrá un sector que festeje los errores de su oponente.
En Argentina, hoy en día ni siquiera está garantizada la penalidad por delitos de corrupción. Solo unos pocos terminan afrontando ese proceso de castigo. Delitos que, en mi opinión, debieran ser considerados de traición a la patria por el alto impacto que tienen en la sociedad. Los datos los tenemos a la vista: un país sumido en la más absoluta miseria es puro resultado de políticos accionando contra su población por, al menos, 40 años. Por corrupción o inutilidad, el pueblo argentino tiene bien preservada la posibilidad de considerar a todos los funcionarios de estos años unos auténticos “traidores”. Pero esta observación casi siempre queda limitada a solo eso: una observación hecha en nuestras mentes, en nuestros cuerpos, como mucho en nuestras palabras expresadas en alguna red social. Porque sanción mediante instituciones públicas, poco y nada.
Hoy, en septiembre de 2025, la palabra traición vuelve a ganar protagonismo ante un nuevo escenario de incertidumbre y desconfianza: esta vez no se pone bajo la lupa a un espacio político tradicional, sino a uno que es “nuevo”, que está (o estaba) en etapa de conformación y crecimiento. A las puertas de una nueva elección legislativa nacional, “La Libertad Avanza”, el espacio liderado por el presidente de la Nación Javier Milei, se encuentra bajo una enorme tormenta de acusaciones e insultos por haber “traicionado a las bases y a sus votantes” a la hora de poner en práctica una política dirigencial que se suponía sería distinta de las ya conocidas. Los reclamos se centran en el armado de listas y de equipos a cargo de construir nuevos líderes regionales que acompañen el proyecto libertario del presidente. Y es que, además de afrontar acusaciones por corrupción, algo que ya se tornó hasta debatible para algunos, lo más “grave” para el ojo público termina siendo el reciclaje de figuras políticas provenientes de espacios degradados. Estas figuras, consideradas oportunistas y amorales, no solo buscan llenar los espacios vacíos que La Libertad Avanza tiene, sino que traen consigo las viejas y sucias prácticas de la vieja política. Desde las más altas esferas del gobierno justifican esto con “tender puentes entre dirigentes históricos que quieren adaptarse a la nueva Argentina”. Pero claro, el problema, si elegimos ser buenos, no es que cambien de bandera política, sino que, a plena luz del día, sigan con sus prácticas corruptas incluso en un nuevo espacio. Estos personajes no solo traen consigo a todo su equipo de infelices, sino que además bastardean, denigran e ignoran a la nueva generación de jóvenes que genuinamente busca entrar al espacio y que, tapándose la nariz, son capaces de tolerar compartir el mismo espacio con tal de ayudar a construir un nuevo proyecto. El ejemplo por estas horas es la cantidad de jóvenes que, con una enorme voluntad, quieren sumarse al armado de LLA para poder fiscalizar y proteger los votos de la ciudadanía en esta próxima elección. Pero ya se están encontrando con los primeros muros: punteros que no cumplen con su labor de repartir boletas, viandas o de asegurar la presencia de fiscales en cada mesa. Punteros que llevan apenas unas semanas de haber sido integrados por las altas esferas del gobierno.
Las elecciones provinciales de Buenos Aires del 7 de septiembre dejaron al desnudo esto: un aparato de fiscalización desastroso que llevó a una derrota estrepitosa del gobierno. Más allá de contar con el apoyo popular o no, el eje de la cuestión es que, ante el viejo aparato político, el “mileísmo” mostró un músculo político muy débil y endeble: pareciera que las puertas para las trampas siguen abiertas. Si a esto le sumamos la poca calidad ética de quienes encabezan las listas municipales y provinciales, el panorama es aún más tenebroso. Entonces, si tenemos que juzgar por los hechos, ¿a quién debemos apuntar? Los cerdos siempre serán cerdos. De ellos no podíamos esperar mucho. Pero esos cerdos hoy tienen nuevamente un espacio donde arrastrarse gracias a una dirigencia que les dio el lugar para hacerlo.
Todas las miradas apuntan a Karina Milei y Martín Menem por sus constantes reuniones durante estos meses con los grupos más marginales de la política, en busca de construir “territorialidad” en pleno campo kirchnerista. Pero estos individuos no llegaron ahí por arte de magia. Acá hubo y hay alguien que convalida su presencia e influencia en todo el armado: el mismísimo Javier Milei. Por acción u omisión, toda esta catarata de horrores políticos tiene un culpable principal que es el mismísimo presidente. Pero es en este factor donde debemos detenernos y pensar profundamente: ¿podemos calificar a Javier Milei como traidor? ¿Sería justo? ¿Sería excesivo? Sus detractores no dudarán en destruirlo y aplicar el peor juicio de valor. Pero el 60% de la ciudadanía que le dio un voto de confianza para tomar las riendas del país, ¿qué opina? ¿Qué actitud debiera tomar?
La realidad es que cualquier postura crítica contra el presidente es válida. Antes de asumir el poder, demostró ser un gran opositor al aparato kirchnerista, tanto discursiva como pragmáticamente. El problema es que, cuando se convirtió en presidente, algo cambió. Discursivamente mantuvo la línea (a grandes rasgos), pero en los hechos empezó a recrear tácticas políticas calcadas de ese proyecto que tanto decía repudiar. Entonces, ¿cómo llegar a una conclusión honesta? Parece difícil hacerlo teniendo a una población en vilo por la desastrosa crisis social y económica. Pero a esto hay que sumarle otro condimento: los (ex) aliados. ¿Cómo volver a construir un espacio de diálogo y trabajo con quienes tanto denigraste? Todos sabemos que en política pelear es la primera herramienta para ganar terreno en el ojo público. Pero en los hechos (en la aplicación de políticas y sanción de leyes) es donde realmente se pone a prueba el hacer política de verdad. Lejos de buscar santificar a los espacios aliados denostados por el gobierno, se ve difícil poder volver a construir algo en conjunto, porque el presidente no solo se encargó de demonizar los valores que identificaban a esos espacios, sino que electoralmente hizo todas las movidas posibles para que, a la hora de ir a las urnas, estos se vieran humillados por el voto público. ¿Ofrecerías tu ayuda nuevamente a quien se encargó personalmente de destruir cada centímetro de tu proyecto? Difícil respuesta para mí. Si mantenemos el foco en esta problemática, traer el término “traidor” aquí no queda muy descabellado. Todos fuimos testigos del gran acuerdo que hicieron Milei y Macri en octubre de 2023, cuando el destino del país debía ser sorteado en un ballotage histórico. La oposición de ese entonces dio un mensaje profundo al régimen anterior: por paliza, debían irse del poder. Milei mostró cierto gesto de gratitud al PRO incorporando las figuras de Bullrich y Petri al gobierno como ministros de importantes áreas. Pero desde entonces la relación política entre La Libertad Avanza y el PRO se fue desmoronando, por iniciativa del presidente, quien en un acto de egocentrismo mayúsculo se adueñó de los votos que lo llevaron a la presidencia. “El PRO solo apoyó con el aparato logístico de la fiscalización” era el argumento más repetido durante los primeros meses del gobierno. Pasó un año y, con elecciones provinciales mediante, el gobierno presumía de concentrar todo ese voto “republicano” en él. Hasta que llegó la hora de competir en el distrito más importante de todo el país: la provincia de Buenos Aires. La catástrofe electoral arrojó sobre la mesa los números más duros: había 2 millones de personas adicionales a las ausentes de 2023 que no habían ido a votar. Oh casualidad, un número similar al caudal que el PRO/Juntos por el Cambio solía juntar cuando competía en elecciones previas. ¿Qué había pasado? En simples palabras, el electorado “republicano” se manifestaba estruendosamente contra el gobierno de Javier Milei. “Los votos nunca fueron tuyos, León” es una frase que por estos días se lee mucho en redes sociales. Por estas horas, el shock sigue latente en Casa Rosada: el juego de hablar desde un pedestal moral durante 2 años parece estar jugando en contra; hay millones de votos que recuperar y no se encuentra la forma de hacerlo. ¿Cómo volver a darle importancia a esos valores políticos que durante 2 años buscaste destruir? ¿Acaso no fue eso un acto de “traición” al electorado que lo ayudó a llegar a la presidencia? ¿Cómo volver a un camino de armonía y unión si lo único que presentaste desde el día 1 fueron agravios, insultos y burlas? ¿Puede un gran sector de la sociedad volver a confiar en alguien que, hasta ahora, solo demuestra que, por concentrar poder, es capaz de cualquier cosa? ¿El fin justificó los medios? Pareciera que sí, solo que el resultado no fue el esperado.
Por estas horas, es una incógnita qué rol tomará, o mejor dicho, le darán a Mauricio Macri, presidente y líder del PRO, quien, con el correr de los meses, eligió adoptar una postura más pasiva y de bajo perfil frente a la embestida libertaria. Están quienes le piden serenidad y piedad y, por otro lado, quienes mantienen una postura firme de minimizar al máximo la influencia de su espacio. Lo cierto es que, sin el apoyo del PRO, se ve muy poco probable un escenario armonioso para La Libertad Avanza, puesto que resistir dos años más de mandato frente a embestidas kirchneristas será todo un desafío histórico. Y si hay algo de lo que podemos estar seguros es que, si al gobierno de Milei le va mal, la salida para los funcionarios actuales puede terminar siendo muy tenebrosa. Gran parte del arco político le tiene jurada a Milei una represalia por sus años de constantes bastardeos públicos. Es altamente probable que el escenario final para el movimiento libertario se transforme en un auténtico infierno. No solo porque el discurso combativo de Milei caló hondo en las instituciones del Estado, sino porque gran parte del votante “republicano” ya no se ofrece más a respaldarlo: para este electorado, la sentencia parece estar encaminada a ser firmada: “Milei es un traidor”.